Rumina: Diosa romana protectora de la lactancia

Rumina era en la mitología romana la diosa protectora de la lactancia y de la fecundidad. Era la deidad designada para proteger a los lactantes y sus madres, tanto humanos como animales.

La diosa protectora de la lactancia también recibía los nombres de Diva Rumina, Rumilia o Rumia.

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Santa Águeda: Protectora de los problemas en la lactancia.

Hoy 5 de febrero se celebra en la orbe cristiana la festividad de Santa Águeda de Catania (también llamada Santa Agata o Santa Gadea en las versiones mas arcaicas del nombre). Considerada protectora de las mujeres, patrona de las enfermeras y a cuyo amparo suelen recurrir las mujeres creyentes ante los males de los pechos (el cáncer de mama tan cruelmente extendido en nuestros días), los partos difíciles y los problemas con la lactancia.

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Santa Martina: Patrona de las madres en etapa de lactancia

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Hoy 30 de enero se celebra el día de Santa Martina, patrona de las madres en etapa de lactancia…Así que mamas lactantes ¡hoy estamos de fiesta¡.

Martina era una joven romana, que abiertamente profeso su fe cristiana y repartió todas sus posesiones entre los mas necesitados  y pago por ello en un momento (hacia el año 228) en el que la nueva religión cristiana luchaba por abrirse un hueco entre las múltiples creencias paganas de la época.

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La lactancia materna en la pintura religiosa: La Virgen de la leche o Mlekopitatelnitsa.

El tema de la lactancia se repite una y otra vez a lo largo de la historia del arte. En todas las épocas y culturas aparecen representaciones de mujeres amamantando a sus hijos. Estos iconos son una forma de rendir culto por parte de todas ellas a la figura de la madre, la mujer, … diosa portadora y dadora de vida.

En la iconografía religiosa cristiana nos encontramos desde muy temprano la imagen de la Virgen de la Leche, de la Buena Leche, Virgen nutricia o nodriza, Virgen del Reposo o del Buen Reposo, Virgen de Belén o de la gruta de Belén; representación iconográfica de María, en la que se la muestra amamantando a su hijo Jesús.

Desde las primeras muestras de arte paleocristiano hasta nuestros días han sido muchas las ocasiones en que los artistas han escogido la imagen de la Virgen amamantando al Niño Jesús para honrar a la madre de la cristiandad. Podemos encontrar imágenes de piedra, mármol o madera adornando los altares de nuestras iglesias y catedrales, o lienzos venerados en pequeñas capillas o admirados en grandes salones nobles hace unos cuantos siglos, hoy en las salas de reputados museos de todo el mundo.

La primera representación de la Virgen amamantando a su hijo en el arte paleocristiano se remonta a las catacumbas de Priscila en el siglo II.

Posteriormente en el arte bizantino la imagen de la Madre de Dios amamantando a su vástago se convierte en un icono recurrente. Los artistas bizantinos muestran Vírgenes con un llamativo carácter humano y maternal (recordemos que el arte bizantino se caracteriza por su hieratismo –rasgos rígidos y solemnes-), amamantando al Niño mientras lo acarician y lo miran con complicidad y afecto.

Dentro del arte bizantino las diferentes representaciones de la Virgen se pueden agrupar en tres categorías atendiendo a sus características iconográficas básicas:

  1. La Panagia Galaktotrophousa (Virgen de la leche): Es la Virgen que aparece representada amamantando al Niño. Los rusos la denominan Mlekopitatelnitsa. 
  2. La Panagia Eleousa (Virgen de las caricias): Es la Virgen que aparece acariciando al Jesús niño. 
  3. La Panagia Strastnaia (Virgen de los dolores): Es la Virgen que aparece triste y alicaída previendo la Pasión de su hijo, simbolizada por ángeles que portan la cruz y la lanza. 

La iconografía de la Virgen de la leche, también conocida como Mlekopitatelnitsa en Rusia, es una representación típica de la religión ortodoxa, aparece retratada en numerosos lienzos, murales a través de los siglos…

Si observamos esas obras con detenimiento veremos que muchas de ellas comparten un patrón iconográfico que repiten los diferentes artistas:

  1. La Virgen cubre su cabeza con un manto; en ocasiones aparece tocada con una corona; por encima de ambos elementos surge con mayor o menor intensidad el halo de santidad o nimbus. En unas ocasiones, las menos, es ella la que ofrece el pecho a su hijo y se lo acerca a la boca; en otras es el Niño con sus manitas quien sujeta el seno materno mientras lacta (representaciones mas antiguas). 
  2. El Niño se representa vestido; en ocasiones recostado, en otras sentado sobre las rodillas de su madre (la mayor parte de las imágenes de este tipo muestran a María sentada, respondiendo a la iconografía de la Virgen de la humildad); el Niño sujeta con sus manitas el pecho (el derecho en la mayoría de los iconos), cubriéndolo con ellas en su mayor parte, siendo este prácticamente inapreciable, quedando el resto del cuerpo de la Madre cubierto con la túnica. En la mayoría de las imágenes se muestra a un Niño con cara de adulto. Unas veces aparece ensimismado mirando el seno materno (apreciándose en estas imágenes el pezón), otras succionando y en alguna mira directamente al espectador. 
  3. Los colores mas usados para la túnica y el manto de la virgen son el rojo (símbolo de la vida) y el azul (símbolo de pureza y modestia). 
  4. Madre e Hijo aparecen flanqueados por coro de ángeles celestiales o rodeados por representaciones de los padres de la Iglesia.

Imágenes todas ellas de gran belleza y ternura por el momento de intensa comunión que representan. La lactancia materna aparece en ellas reverenciada, idolatrada, respetada, normalizada.

La representación de la Virgen de la leche, Mlekopitatelnitsa, en la pintura religiosa, un paso más en la normalización y difusión de la lactancia materna.

Esculturas a pie de calle: Normalizando la lactancia en público

«La Encarna con chiquilin»
Obra de Sebastián Miranda
Oviedo (Asturias – España)

Los parques, jardines, calles, plazas, entradas de edificios de uso público, … incluso los cementerios, lugar de último descanso, de muchas ciudades y pueblos están adornados con esculturas de mujeres amamantando a sus retoños.

«Mujer amamantando»
Jinoteca (Nicaragua)

Sepulcro de Toribio de Ayerza (fundador de Cruz Roja Argentina)
Obra de Miguel Sansebastiano
Cementerio de la Recoleta (Buenos Aires, Argentina)

Imágenes que pasan desapercibidas para los viandantes diarios pero que despiertan la curiosidad de los turistas. Para los primeros la presencia de la estatua no les provoca sobresalto, están acostumbrados a verla, la imagen no les provoca ni admiración ni rechazo, forma parte de su día a día cotidiano, como mucho si algún día se cruzan de frente y no van distraídos pueden esbozar una sonrisa de saludo hacia la madre y el hijo de piedra. Tan solo a los turistas les causa sorpresa encontrarse de frente con la mujer de mármol, de piedra, de metal, … con sus  pechos en pleno acto de comunión con sus hijos. Esa sorpresa se materializa en dos tipos de reacciones: una admiración por la hermosura de la escena o estupor al no estar acostumbrados a visualizar esa imagen en su vida diaria.

«El banco sin fin» («The endless bench»)
Obra de Lea Vivot
Hospital Intantil (Toronto, Canada)

«Mujer amamantando»
Parque Belmont (Massachussetts – Estados Unidos)

Eso mismo es lo que sucede en nuestras calles, parques, plazas, … cuando una mujer se abre la camisa y saca su pecho para dar de mamar en público a su hijo calmando de esa forma su necesidad de alimento o afecto (ambas igual de urgentes y necesarias de satisfacer con inmediatez).

«Madre amamantando»
Capacho Nuevo (Venezuela)

«Sirena amamantando a su hijo»
Obra de Arturo Baltar
Parque de Miño (Orense, España)

Cuando se esta acostumbrado a visualizar esa imagen en el entorno inmediato (familia, amigos, vecinos)  encontrarse en el banco de enfrente con una mujer dando el pecho no produce ningún tipo de reacción, como mucho se sonríe a la madre o al niño… tal vez incluso las mujeres de mas edad se acerquen a la madre y la feliciten por su acto y rememorarán con ella su propia lactancia y maternidad.

«Madre amamantando»
Palma de Mallorca – España

«Madre amamantando»
Parque Vigeland (Oslo – Noruega)

Pero desgraciadamente en este mundo moderno y artificial que nos toca vivir la imagen predominante en el subconsciente colectivo cuando se trata de relacionar alimentación y niños es la de un artilugio de plástico llamado biberón. Por ello cuando los ojos que no conocen otra opción posible de alimentación infantil se encuentran con nuestros hijos mamando a plena luz del día en un banco cualquiera, de un lugar cualquiera, de una ciudad cualquiera, la sensación que embarga a esos ojos, a esas personas, es la de estupor, rechazo… El desconocimiento, la ignorancia, el analfabetismo biológico provoca rechazo, ira, indignación…

«Mujer amamantando gemelos»
Autor Kathe Kollwitz
Berlín – Alemania

«Angelina Jolie amamantando gemelos»
Obra de Daniel Edwards
Ocklahoma (Estados Unidos)

Si la lactancia materna fuera la opción normal de crianza cuando los ojos de los turistas se encontraran frente a frente con las esculturas que inmortalizan en piedra, mármol o metal esa parte básica de la maternidad no mostrarían estupor ni asombro. No. Mostrarían una sonrisa a la madre y el hijo de piedra y sus conversaciones además de alabar la belleza de la imagen se centrarían en los detalles de la estatua, la habilidad del artista, el realismo de los detalles…

Mujer amamantando
India

«Motherhood»
Obra de Thomas Brock
«The Victoria Memorial» (Londres – Gran Bretaña)

Mientras llega el día en que abrirse la camisa y amamantar a los niños en público sea lo normal tendremos que conformarnos con alabar la belleza de estas y otras estatuas similares que adornan las calles, plazas, parques, jardines… de nuestras ciudades, que poco a poco, día a día colaboran en el proceso de normalización de la lactancia.

«Mujer amamantando»
La City (Londres – Gran Bretaña)

La lactancia materna prolongada en la obra de Kitagawa Utamaro.

En la mitología japonesa aparece la figura de una mujer, Yama Uba, también conocida como Yamamba, anciana hechicera que habita en los bosques. El origen de su leyenda parece tener relación con una época de hambruna en la que los ancianos eran enviados a los bosques al carecer de alimento para toda la población. Su nombre suele aparecer asociado a historias terroríficas de desapariciones en los bosques.

Pero Yama Uba también tiene su corazoncito, y existe una leyenda en la que ejerce como madre, biológica según unos relatos, adoptiva en otras, del héroe Kindaro.

Kindaro, también conocido con el sobrenombre de “niño de oro”, es un héroe de la mitología japonesa. Niño sumamente valiente, de fuerza increíble, fue criado por Yama Uba en las alturas del monte Ashigara. Gran amigo de los animales de la montaña, con los que en algunos relatos se afirma que es capaz de comunicarse. De adulto toma el nombre de Sakata no Kintoki.

Todas las leyendas coinciden en que fue un hombre de excelente salud, activo, infatigable.

Muchas son las ocasiones en que los autores japoneses han usado como inspiración la leyenda de Yama Uba y Kintaro, pero me quedo con las que realiza el pintor Kitagawa Utamaro.

Utamaro (1753 – 1806), desarrolla su obra principalmente sobre la figura femenina (retratos, grabados…): mostrando con sus dibujos aspectos cotidianos e íntimos de la vida de las mujeres del Japón de la época: tareas del hogar, arreglo personal, aficiones, sensualidad  y en muchas ocasiones expone con detalle aspectos de la crianza de los hijos (juegos, cuidados, …) destacando la reproducción de escenas de lactancia prolongada.

Muestra a mujeres amamantando con naturalidad a niños que ya no son bebes mientras desarrollan su vida con normalidad, en ocasiones en privado mientras se dedican al arreglo personal, otras en público mientras realizan tareas cotidianas.

Una de sus obras mas destacadas y sobre la que realiza sucesivas variaciones es la denominada “Yama Uba y Kintaro con una copa de vino” en la que curiosamente no aparece ninguna copa pero si podemos observar al héroe Kintaro lactando el pecho derecho, a la vez que juguetea con el pezón del pecho izquierdo (os suena la imagen J) mientras Yama Uba lo observa embelesada.

En el resto de las obras donde aparece reflejada la lactancia prolongada observamos esa misma escena repetida con distintos protagonistas, … siempre el niño jugueteando con el pezón que no tiene en la boca.

Las escenas muestran como vivían la maternidad en el Japón del siglo XVIII, momento en que la lactancia prolongada era algo normal y extendido, prueba de ello es que aparece en muchas de sus obras. Lactancia que se llevaba a cabo con normalidad y naturalidad tanto en público como en privado.

Tres siglos despúes de los cuadros de Utamaro,  los indicadores de lactancia indican que en el Imperio del Sol Naciente el biberón gana partida a la lactancia materna.

300 años mas tarde de la obra de Utamaro, la lactancia en Japón se práctica en privado, la mujer japonesa evitara en la medida de lo posible dar de mamar en público.

La obra de Utamaro, una prueba mas de que en lugar de avanzar… retrocedemos.

Kitagawa Utamaro, siglo XVIII, normalizando la lactancia prolongada por medio de la pintura.