Escribo en respuesta a una mami (Lili) que angustiada me ha comentado su caso personal tras leer el post “Lactancia y Estenosis Hipertrófica de Píloro” y me ha generado una enorme desazón al sentirme identificada en sus palabras. Ella también ha pasado por la experiencia de la operación en su pequeña, aunque los resultados a corto plazo en su caso no han sido tan exitosos como se esperaba. Para tratar de darle un poco de luz sobre el tema me animo a contar mi experiencia posterior a dicha intervención quirúrgica.
Lucas fue operado con 23 días y salvo un vómito en la sala de recuperación la primera fase de recuperación en el hospital fue normal. Ese vómito:
- No fue provocado porque mi leche le sentara mal: la leche materna no es más acida que la leche de fórmula, al contrario es mucho más digestiva, por ello no está desaconsejada en niños con problemas gástricos, al contrario, su ingesta favorece la recuperación ya que evita la deshidratación y la perdida de complementos esenciales para el desarrollo de los niños.
- No fue provocada porque la postura de lactancia no fuera la adecuada: una postura totalmente horizontal en las primeras tomas tras este tipo de intervenciones están desaconsejadas para evitar en gran medida ese reflujo de vómito, por ello es recomendable que el bebe este en posición de sentado, conseguir esa postura en un niño tan pequeño se consigue (o por lo menos yo lo logre así) sentada erguida con las piernas cruzadas y apoyando el “culete” del niño sobre la pierna más elevada (ni que decir tiene que cuando se cambia de pecho hay que cambiar de pierna, de tal forma que si estas ofreciendo el pecho derecho la pierna que debe estar flexionada y colocada en posición superior deberá ser la derecha y viceversa.
Ese vómito fue provocado porque tras haberle ofrecido los dos pechos la enfermera de turno se dispuso a pesarlo (en los protocolos que había que seguir tras la operación uno de ellos consistía en asegurarse que el niño ingiriese en cada toma un porcentaje de leche superior a la anterior hasta conseguir llegar a las cantidades “normales” que consideraban que debía tomar por su edad). En ese peso la báscula mostro que le faltaban 10 gramos por tomar (unos 10 ml de leche), y me quito al peque de los brazos para enchufarle un biberón con el que completar la ingesta…. Y ahí fue donde Lucas vomito. Aquel percance nos obligó a estar un día más ingresados.
Estoy convencida que aquel primer vómito fue provocado no porque la operación no hubiera sido un éxito, ni por ninguna de las causas razonadas con anterioridad y que tuve que escuchar como razón fundamental de la “recaída” del niño, sino por obligarle a tomar más de lo que él en ese momento precisaba, es decir, por saltarnos la máxima de la lactancia materna: Lactancia a demanda.
Los niños toman lo que necesitan, en la medida en que lo necesitan… tratar de forzarles a seguir protocolos teóricos lo único que consigue es desazonar profundamente a las madres por creer erróneamente que están haciendo algo mal, descontrolar a los pequeños que ven forzado a su organismo a hacer cosas que no necesita en ese momento (por ello hay niños que se duermen tras mamar de un solo pecho, porque en ese momento lo que necesitan en dormir y no comer más, o por lo que otros hacen pequeñas tomas cada hora durante una tarde entera alternando sueño y alimento, será que lo que necesita su organismo en ese momento son pequeñas dosis de energía y descanso…) y porque la teoría en el caso de los niños, las más de las veces, sobre todo en lo que a lactancia materna se refiere, se aleja un abismo de la realidad práctica.
Tras volver a casa y luchar por la relactación las medidas que mejor nos ayudaron a su recuperación fueron:
- Lactancia a demanda: aunque esto supusiese que estuviese enganchado a mi pecho prácticamente todo el tiempo durante unas semanas, en un continuo baile de succión y sueño. Pequeñas tomas que eran digeridas en definitiva más fácilmente por su organismo.
- Posterior descanso en vertical, ayudándonos para conseguirlo de una mochila (todavía no conocíamos los fulares, pero esa sería ahora mi opción y recomendación) o colocándolo en un cuco en la posición de semisentado.
Pasaron los meses y Lucas fue ganando peso con celeridad al principio (hasta volver a situarse en las medias normales de su edad y tamaño) y después con absoluta normalidad.
La sombra de los vómitos y la operación parecía haber quedado en el olvido hasta que cumplió 2 años. Ahí de nuevo comenzaron los problemas gástricos, siempre en la mismo momento del día, una vez ingerida la cena y tras acostarse comenzaba el “baile” de quejidos, lloros, desazón, irritabilidad y las mayoría de las noches vómitos.
Acudimos al pediatra y fuimos derivados al especialista de digestivo. Tras contarle nuestro caso diagnosticó que Lucas parecía presentar un cuadro de “Reflujo Gastroesofágico” (El reflujo, conocido también como reflujo gastroesofágico (RGE) es el término médico que significa literalmente el flujo inverso del contenido estomacal hacia el esófago.
Dicho de manera sencilla, los alimentos que su niño come, una vez mezclados con los ácidos estomacales, se devuelven desde el estómago hacia el esófago y pueden llegar hasta la boca en forma de “regurgitación” o “vómito.” La regurgitación es el retorno sin esfuerzo del contenido gástrico a la boca, mientras que el vómito es la expulsión forzada, y normalmente en mayor cantidad, del contenido gástrico.).
El especialista concluyo que el “Reflujo Gastroesofáfico” era lo que padecía, pese a que este solía presentarse en niños menores de dos años, no mayores de esta edad, como era el caso de Lucas, aunque la operación de píloro podía ser la causa de un desarrollo más lento del aparato digestivo, y no por ello ser raro que él, aun superando la edad máxima de esa dolencia la estuviera padeciendo, y nos receto “Ranitidina” (Es uno de los receptores de la histamina, que inhibe la producción de ácido gástrico (ácido estomacal)) en forma de jarabe que debía tomar tres veces al día, justo después de cada comida copiosa: desayuno, comida y cena.
Como “anécdota” decir que en la primera consulta mientras el doctor hacia el informe pertinente Lucas estuvo todo el rato enganchado a su teti. Cuando el médico levanto la vista y lo vio pego un respingo e interrumpió nuestra conversación sobre el malestar que nos había llevado a la consulta para centrarse en un discurso antilactancia que me provoco un “terrible dolor de oídos y unas ganas horribles de vomitar” ¿sería yo la que necesitaría la consulta del especialista?…. Todavía no entiendo como un profesional puede decir semejantes barbaridades a una madre: “¿Sabes que lo que estás haciendo no está bien? ¿Sabes que le estas convirtiendo en un ser dependiente y probablemente generándole problemas psicológicos de por vida? ¿No entiendes que de ese pecho no saca nada y no le estas favoreciendo en su desarrollo físico sino todo lo contrario? ¿No te das cuenta que si está mamando porque la consulta le intimida, si le das la teta no le ayudas a afrontar situaciones de estrés por si solo?….” Educadamente le reconducí al tema que nos había llevado a la consulta, haciendo oídos sordos a sus comentarios y respondiéndole con una sonrisa, obviando pronunciarme y entrar en batalla, no estaba allí para eso… El doctor meneo la cabeza dándome por perdida y añadiendo entre dientes algo sobre “estas madres modernas, …. Ideas antinaturales….”.
Con la Ranitidina Lucas mejoro muchísimo, se acabaron los malestares nocturnos y los vómitos, incluso gano peso. Cuando el proceso de reflujo se encontraba en su punto máximo, justo antes de la cita con el especialista, había bajado de peso consecuencia de que:
- Los vómitos nocturnos eran copiosos, no había noche en que la cena, fuese cual fuese su composición, quedase en su cuerpo.
- Comenzó a no querer tomar nada para cenar, incluso a la hora de la merienda ya hacia huelga y nos retiraba el alimento que le ofrecíamos con su manita mientras nos decía “duele” y se tocaba la zona de la boca del estómago.
En ese tiempo de espera (la cita con el especialista tardo casi 2 meses en hacerse efectiva) lo único que quería y pedía era su teti. Aumentaron las tomas nocturnas, daba pequeños chupitos, dormía y despertaba al cabo de una hora para realizar la misma operación, era como tener de nuevo un bebe recién nacido. Ahora estoy convencida de que aquellas tomas nocturnas le proporcionaban la dosis de nutriente que necesitaba para continuar con su desarrollo, pese a que ya tenía más de dos años y según el comentario general “de mi pecho si es que fluía algo, seguramente sería agua”…
Lo que sucedió en aquellos meses me hizo sentirme más segura en mi posición de que la lactancia materna prolongada no era un perjuicio para mi hijo, sino todo lo contrario, una fuente de beneficios nutricionales, inmunológicos y afectivos interminable.
Sobre porque comenzó Lucas a sufrir el reflujo tan tarde, una vez pasada la barrera de los dos años, solo se me ocurre una razón que acompañe a las propias que nos dio el especialista de “tener un aparato digestivo en proceso de maduración un poco más lenta consecuencia de sus problemas de píloro” es la siguiente. Hasta los dos años entre la cena y la hora de acostarse pasaba un buen rato, nunca menos de una hora, en ella Lucas permanecía erguido, bien sentado, bien de pie, jugando o hablando con nosotros. Pero alrededor de los dos años sus siestas comenzaron a ser más breves y la hora de acostarse también se adelantó, muchos días mientras cenaba la boca se le abría y los ojitos se le cerraban… pasaba prácticamente de la mesa a la cama… Es decir, perdimos la consigna de estar en posición vertical tras la ingesta abundante de alimento, y esto en mi opinión favorecía la llegada del reflujo. Hago esta apreciación porque algún día probé a dormirle sentado, mientras estaba enganchado a la teta en la toma justo antes de dormir y permanecer en esa postura de semierguido una media hora, y justo en aquellas ocasiones los vómitos, la desazón, el dolor, los quejidos, …, no hacían acto de presencia.
Espero que mi experiencia ayude a solventar las dudas de Lili y ofrezca algo de luz en el tema de Reflujo Gastroesofágico y lactancia materna.